"Nunca sé demasiado bien si estoy vivo. De todas formas no me preocupa demasiado, creo que soy inmortal", le confesó a una de sus parejas. La idea de su inmortalidad surgía como pretexto cada vez que un Warhol paternal le achacaba el abuso de drogas: "No te preocupes, soy inmortal"
El legendario currículo de Basquiat evoca parte de su experiencia existencial: un chico negro haitiano-puertorriqueño que vive en las calles de Nueva York, estampa su firma en las paredes y luego empieza a pintar cuadros que se exponen y se venden en todo el mundo a través de los marchantes, que se comportan como buitres; un chico que colabora durante un año con Warhol pintando de una forma atrevida y muy pura en los mismos lienzos; un chaval que durante una década produce miles de imágenes y luego muere de sobredosis.
Por lo general, cuando un hombre o una mujer quiere rebatir las falacias que le rodean, y con las que vive, lo hace con argumentos en busca de las verdades ocultas. Basquiat eligió una estrategia distinta. Intuyó que hoy las verdades vitales y ocultas no se pueden describir con ninguno de los idiomas que se utilizan constantemente para promover mentiras: veía cualquier lengua oficial como un código para transmitir mensajes falsos. Su estrategia como pintor era desacreditar y romper esos códigos y dejar que entraran algunas verdades vibrantes, invisibles y clandestinas. Su táctica como pintor tiene que ver con algunas formas del rap y también guarda relación, aunque de forma distinta, con los empeños de Julian Assange y Wikileaks, en los que actúa a la manera de un saboteador. Como artista, Basquiat deletrea el mundo en un idioma que está deliberadamente roto.
Para aclarar lo anterior, pensemos por un momento en los ciegos (Basquiat tenía una vista muy afilada, pero la comparación puede sernos útil). Observen a una persona ciega transitando por algún sitio público: andando por la calle, cruzando la calle, subiendo por una escalera mecánica, viajando en un vagón de metro, bajándose al andén o subiendo unas escaleras. Los ciegos se mueven y sortean los obstáculos haciendo preguntas y recibiendo respuestas con todos los sentidos excepto la vista. Y a veces, sobre todo si van dos juntos, se mueven y se abren camino con más rapidez y eficacia que los que pueden ver.
Los ciegos reciben la información y las perspectivas que les ofrecen los sonidos, el aire, sus bocanadas y temperaturas, el roce de sus bastones, los pies y las manos. Para ellos, cada sentido tiene su propio lenguaje con el que reconoce y define lo que existe. Sin embargo, lo que distingue a los ciegos de los que pueden ver es que los primeros aceptan que una gran parte de lo que existe es indescriptible: familiar, odioso o adorable, esencial, pero, no obstante, indescriptible por ser invisible.
Como pintor, al enfrentarse al mundo al que se tuvo que enfrentar, Basquiat era profundamente consciente, al igual que un ciego, de que una gran parte de lo real es indescriptible. Para él, su ansiado objetivo consistía en sintonizar con lo invisible. ¿Y por qué quería hacerlo? Porque no se puede mentir sobre algo invisible.
¿Cómo procedía en el plano visual o gráfico? Inventó su propio alfabeto visual, que estaba formado no por 26 signos, sino por centenares de ellos. Incluían el alfabeto romano, números, signos geométricos, emblemas de pintadas, logos, símbolos de mapas, pictogramas, esquemas, diagramas y dibujos, y con todos ellos deletreaba el mundo. A todo le da un nombre que no pertenece a ningún idioma oficial y es impronunciable en ellos. Por tanto, no puede atraparlos ninguna mentira ni ningún idioma oficial: son libres. De hecho, son una demostración ejemplar de la libertad, una instigación a la libertad.
Basquiat en su estudio de NY en Great Jones St.,1985
secos y, algunas veces, antes de que estuvieran acabados.
Basquiat sólo vivió 27 años: falleció el 12 de agosto de 1988. Una sobredosis de speedball (fulminante combinación de cocaína y heroína) nos privó de saber hasta dónde hubiesen llegado sus posibilidades. En menos de diez años, realizó 40 exposiciones personales y más de 100 colectivas. Si bien comenzó en el universo de los graffitis, pintó unos 900 cuadros y unos 1250 dibujos.
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