viernes, 23 de marzo de 2012


Gaul en el Bondone, Giro d´Italia 1956


 


Charly Gaul, fallecido en 2005, era un ángel, pero al contrario de lo que narra su leyenda, no amaba la lluvia. No era masoca, simplemente se adaptaba al mal tiempo mejor que el resto e hizo del frío y la humedad sus mejores aliados. El mito del ciclista luxemburgués nació durante un día de perros en los Dolomitas italianos, sobre el Monte Bondone. El Giro, cómo no, con sus pasos estrechos entre paredes blancas, el invierno que nunca acababa antes de que llegara eso que hoy se llama calentamiento global.

Mucho se ha escrito ya sobre las hazañas de Gaul. En el Giro de 1956 y en los 'cols' franceses de la Chartreuse dos años más tarde, otra cabalgada bajo la tormenta que cambió el signo del Tour de Francia de 1958 -pobre Geminiani-. La etapa del Bondone constaba de un total de 242 kilómetros y antes incluía los 'passos' de Costalunga, Rolle y Brocon antes de la ascensión final. Entonces no existían las camisetas térmicas, ni las mallas de elastano, ni los chubasqueros de Gore Tex transpirables, 100% impermeables. Gaul subió a pelo, con su culotte por encima de la rodilla, su 'maillot' de lana merino, igual que los guantes sin dedos, y la gorra de todos los días. A nadie se le ocurrió recortar un solo centímetro de aquella etapa en la que el ganador empleó más de nueve horas. A nadie se le ocurrió dictaminar una amnistía general y anular los tiempos, como si nada hubiera pasado aquel día. Antes, como mucho, emulando el típico acto magnánimo de Henri Desgrange -el padre del Tour- tras una etapa terrible, se repescaba a las víctimas del fuera de control.

Gaul, a más de 16 minutos del líder -Pasquale Fornara- al comienzo de la etapa, destruyó a todos sus rivales -Alessandro Fantini, segundo a 7'44"; Fiorenzo Magni, tercero a 12'15"- y salió del infierno vestido de rosa, con síntomas de congelación en una pierna y en las manos -aunque no era especialmente hábil en los descensos, aquel día bajó a toda velocidad porque había perdido toda sensibilidad en los dedos y apenas podía frenar- y con una amnesia temporal que le impedía recordar cualquier detalle de los últimos kilómetros. Gaul se desmayó al cruzar la meta, pero acababa de ganar un Giro de Italia que finalizaron 43 corredores. Entre los múltiples abandonos de aquella jornada se encontraba el nombre de Bahamontes, el gran rival de Gaul en la montaña. Casi siempre supieron repartirse el éxito, sin entorpecerse demasiado. La naturaleza siempre los separó: Para Charly, la lluvia; para Federico, el sol.

Magni, tercero en la meta y segundo en la general final tras completar la etapa del Bondone con una clavícula rota, definió así aquella etapa: "Nevó durante todo el día y hacía mucho frío [cerca de -10º]. Durante el trayecto, vi muchas bicicletas aparcadas frente a los bares y me pregunté qué sucedía. Me dijeron después que la mayoría de los corredores se estaban retirando. Pronto vi a la 'maglia' rosa abandonar. Si yo hubiera vestido de rosa, continuaría aunque fuera andando. Al día siguiente pensé en atacar a Gaul para ganar mi cuarto Giro. Lo intenté un par de veces, pero era demasiado fuerte".



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